VOTAR FUTURO
Se nos echó encima el trámite de votar –para algunos como
una losa, para otros como una esperanza-, y el convencimiento hará de lo suyo
para entender que la responsabilidad nos sopla en el cogote y la conciencia nos
obliga a no permanecer pasivos a la espera del resultado que otros consigan. El
partidismo ha dividido nuestros mundos ideológicos y ha destrozado la parte más
convincente de nuestra verdad, ahora somos ambas cosas unidas, a veces desde un
descerebrado concepto de la realidad, pero ello no evita superar
democráticamente el trance.
Iremos a la urna a ponerle nombre a un voto, pronunciarán
los datos y dejaremos el mensaje para quien proceda. Será un consejo de futuro,
un voto redactado desde la convicción y la mesura; no le pondremos ironía ni
afán pícaro, no le pondremos flores de luto, el voto será alegre, pulcro y
limpio como la mirada de un niño; será grande como la esperanza y llevará mil
sueños en el fondo del papel, escrito sin letras, rubricado con sentimientos. Voto
de futuro, de amanecer, de nueva alegoría a los valores que llevan al
bienestar.
Nuestro cerrado voto permitirá su uso solo para el cauce del
respeto, solo para la construcción de anhelos y encantos; nuestro voto llevará
la pica del honor exigiendo como una daga y pronunciando compromisos con la
lealtad en la memoria. Nada que no sea lícito y decente permitirá nuestro voto.
Honesto y pacífico, libre y sabio, entero y puro, la verdad presidirá su
emisión y desde ella permitiremos su vigencia. Casi una copla de utopía, casi
un reclamo inédito, casi un puño con ternuras. Entendedlo así, candidatos.
Ramón Llanes
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