NOSOTROS Y EL MAR
Qué
habrá sido de la última ola, de su último refugio en la orilla quieta; qué de
los pájaros que le bucearon alimentos y se durmieron en el aire esperando los
vórtices y las algas. El mar simula momento a momento que nos olvida y permanece
en una atención insistente, se asombra de las insolencias nuestras, anega la
tierra cuando le viene en gana, se quita el humedal y la caspa, se intenta
disolver en minúsculas gotas para ofrecernos su mejor patria; la levedad de
nuestra mirada le hace añicos los recuerdos, habrá pensado que somos los
gigantes que lo mueven y que nos debe sumisión.
Está
el mar en nuestro lado izquierdo, observándonos, calentándonos los inviernos
fríos, está sobrado de benevolencia y sin cansancio. Tenerle cerca es un
colirio para el estado sensorial de nuestras células. No se irá, le ataron las
manos, le prensaron los pies a nosotros, le llenaron de gérmenes de vida; ni
sabemos cuál será su fracaso ni conocemos sus metas, que a solo de un sorbo, en
la puerta de nuestro hálito, para el deleite estival, para cuando la nostalgia
nos alisa, para todo, el mar está a la espera. Qué espuma habrá inventado para
hoy de toda su gama de creaciones o qué magma espiritual tendrá en las manos
grandes para nosotros; lascivia natural y anhelos echados, músicas de la Pampa,
aires del Sur, traerá al ocaso para la oferta ritual de los días céfiros.
Tenemos la suerte de tenerle, nosotros que somos ficción en su mundo y le
golpeamos la cara cuando nos responde.
Ayer
le amó la calma, en las levas fue mensaje de afecto que envió a las playas;
ayer las cosas del tiempo le dejaron vivir y los hábitos de los días le
dedicaron cantos de bienvenida, como si se hubiera ido un rato y viniera, ayer,
a confiarnos un nuevo paisaje. El mar, ¿no parece una especie de nosotros, a
veces hostigado, a veces tierno y siempre en la esperanza?. O acaso un
referente. El mar, tal vez la incógnita emoción.
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