PLATERO Y EL TIEMPO
Platero tiene un siglo, quizá un poco más, pero desde que viera la luz de su letra impresa ha pasado justo este tiempo, largo para un libro y corto para el universo. Ha recorrido mil veces el mundo, ha despistado a las predicciones, ha causado la más delicada y lírica sensación de acogida en quienes leyeron sus páginas y ha provocado admiración en las aulas. Platero es un dios existente, quizá mitológico, que vivió también en la virtualidad de la fábula y esa es su mayor gloria. Le pusimos cara y cuerpo, nos resignamos a desconocer su plata y su postura, nos caló un mensaje personal y humano que acercó al sentimiento algo nuevo, algo nunca leído. Y nos llenó la versatilidad del alma.
No puede ser que se oscurezca en la rama más robusta del olvido porque estará en boca de todos, llenando tardes de invierno y ocupando razón en las prevalencias del estío. Juan Ramón le tributó su afecto haciendo de él la metáfora más bella jamás escrita, existió en su espiritualidad, para sus desahogos, para sus deleites y le dotó de una vida inconfundible e infusa; fue Platero su conversante y su animador, quizá su amigo de fantasía, su última locura. Platero es actor de reparto, Zenobia combina amorosidad con entrega, los tres son la combinación perfecta que el universo puso para el gozo íntimo de los necesitados de prosa y armonía.
Ramón Llanes.
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