LAS
MINAS
Siempre
estarán las minas, tanto en la memoria como en la tierra. Desde la memoria como
nostalgia, observando que se paró en un tiempo no lejano el trasiego de vivir
en los ojos cerrados de los mineros valiendo solo el recuerdo para que jamás se
vaya por el husillo del olvido, que jamás se irá al permanecer tan inalterable
como indeleble, tan quieto como presente. También en la memoria la actividad
convulsiva del zafreo, de la carga, de la trituración, del transporta hasta los
vagones que conducirían de tren a barco, en la estribación de los ríos. Memoria
para la rebeldía de quienes han de llegar y para lo que queda de desconsuelo,
para dirimir, empezar o sobrellevar de manera digna la poca esperanza.
Siempre
estarán las minas en la tierra, como enseña de una evolución productiva que
regó de riqueza la zona en la que los hombres la trabajaron librándola de
empobrecimiento; desde la tierra aún las minas tienen cortada la boca en muchos
labios y saben llamar, morder, anegarse y esperar, hasta la nueva modernidad de
los siglos. Allí son minas abiertas a todas frustraciones de la última década
permaneciendo hondas y ricas como si tal cosa, como si le quedara más de lo
mucho que han dado.
Son
el patrimonio que simbolizan la vocación, la perseverancia y el esfuerzo de un
número interminable de seres humanos, que dejaron vida en esa tierra.
Ramón
Llanes.
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