Mírame las espaldas rotas y humedecidas por la migraña del balanceo del tiempo, mírame la pus ocre y cuéntame que se hizo de noche para perderte; nunca me insinúes que hemos partido juntos desde el mismo pozo, no me enfríes la dolencia, háblame del inicio de tu azul transido y ágil, pongamos la luz insomne, comencemos a llorar como novios que se olvidan en las distancias y nombremos a tus protectores para esta aventura de rizos, cuando tú pierdes los anclajes, cuando desnudo yo mi soberbia, cuando tú muerdes y los humanos te hacen la ola con una sinfonía de temores. Ocupa tu sitio y miénteme las veces que sufras y absorbe de un trago la tierra hasta vomitarla a la atmósfera que te sostiene. Es un idilio, amado mar, un idilio donde ambos aparecemos colgados de la sombra y donde tú permaneces como permanecerán mis versos.
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