ANTES DE ESCRIBIR
La motivación del escritor está en el aura interno de la prueba
cotidiana, en los caldos donde se cuecen las insignificancias de un cualquier
día que no se ha vestido para ser novio,
cumpleaños, efemérides o domingo; a esos días sin señal roja, sin número
especial. Se crea la idea, un palpo, la vuelta de consolidación, las respuestas
y el resultado. De hoy, por ejemplo, antes de escribir, quien motiva es la
rabia, siempre tiene la rabia presencia en este sustrato de tierra tan en vilo;
la rabia, digo, porque surge punzante la leve agonía de obligar a superar
obstáculos imprevistos.
Dígase bomba para no decir agua, tráguese la página mediatizada del
diario más aliado, compruebe que a nada de menos nos venden respirar, póngase a
la cola para solicitar seguir sobreviviendo en estado puro de ética, llévese
las manos a la cabeza si solo le cae un casquillo roto de una guerra torpe. Y
pregúntese luego, para su motivación en el escrito de antes de escribir, por
qué no juzgan a quienes se hinchan o hincharon de poder dejando desastre en el
reguero de
Ramón Llanes.
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