SALA DE ESPERA
En
la sala de espera del hospital huele siempre a dolor, la agonía se percibe como
la luz y los seres que ocupan asientos y espacios parecen distintos a los de
afuera, van descuidados en lo suyo y solo de sufrir lo menos posible se interesan;
llama el celador por megafonía con indicación del número asignado y nombra el
84 mientras al fondo, una voz desatenta de euforia y perdida en el medio sueño,
grita con emoción, ¡bingo!. Y sigue la vida.
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