EXTRAÑOS.
Estas gentes que nos circundan y nos miran como a
seres tan extraños, tienen la suerte de observarnos desde lejos creyendo que
nosotros somos la opulencia y nos rechazan. A la vez, nosotros les concedemos
mínima importancia a sabiendas que son gentes de tránsito, que no echarán raíces,
que no acabarán amando esta tierra. Ellos piensan que nosotros jamás acabaremos
amándoles.
Tal disputa por el territorio es tozuda por ambas
partes. Este que no suelta prenda, aquel que vigila. Aún somos extraños en un
castillo de naipes, en una calle sin terminar donde apenas cabemos los que nos
consideramos dueños. Extraños en el color y en la palabra pero menos extraños
en el sentimiento.
Cuando todo nos parezca tan normal como necesario
tendremos ganada otra batalla más a las fronteras, que desde Adán venimos
intentando derribar, sin saber cuándo se nos darán las condiciones idóneas para
conseguirlo. Tal vez, ahora.
Ramón Llanes.
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