CONSEJOS
PARA ARREGLAR EL MUNDO
Se nos
ocurrió de pronto, sin precisar de un proyecto, un análisis, un presupuesto y
sin la contratación de asesores. Estábamos en el asueto de la bodega en el
primer afilado de los labios con la majestuosidad del sabor a vino, -razón de
más como para elucubrar sobre los asuntos transcendentales de la vida- cuando
cada cual fue poniendo hilos en la madeja hasta hacerla con capacidad de
sostener, desde nuestras manos de la creída solvencia, el ensamblaje general de
este galgo mundo que se mueve más que los precios y que nos trae de cabeza a
pesar de su carita de buena persona y de sus paisajes y de sus monumentos. Pues
eso, que a cada cual le salió del alma un suspiro reparador y fuimos poniendo
las fichas en su sitio, los hombres en sus puestos de trabajo con sus sueldos
acorde con su importancia, pusimos a los niños en sus colegios públicos,
admitimos a todo cuanto ser mostrara afecto por la idea –sin excluir a los
pobres ni a los homosexuales ni a las lesbianas ni a los mendigos ni a las
prostitutas ni a los banqueros- y fuimos designando cometidos. Quedó claro que
nadie debía ser un aprovechado y que todos tendrían una facultad decisiva para
intervenir en los cambios que se consideraran necesarios para la mejora de la
convivencia.
Y en el
tiempo que se tarda en degustar cuatro aceitunas y un par de manzanillas, entre
media docena de conversantes adeptos a las formas pacíficas y limpias de
entender la vida, le dimos la vuelta a todos los problemas, planificamos –sin
necesidad de insultos ni descalificaciones- el orden adecuado para que hasta
los más anárquicos pudieran sentirse cómodos y hasta los más pesimistas supieran encontrar cuotas de felicidad
suficientes como para apuntarse a esta nueva sociedad. Apenas acabada la tertulia
nos dio por mirar la estructura del nuevo sistema de mundo y nos gustó y
partimos hacia el hogar con las justas copas, la satisfacción del deber
cumplido y una sonrisa de lado a lado.
Rllanes
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