AMOR EN AMARILLO
Recorrimos los espacios que permanecían preciosos en la real memoria diaria, fuimos poniendo, como antaño, perlas de aromos en el pelo y en las pestañas, pisamos los suelos como si fueran una alfombra de amor en amarillo que se inclinara para nosotros y así comprobamos cómo la tarde se fugaba sin querer por entre la gran arboleda vieja que tanto deleite ofrece a los paseantes que aman estas pequeñas emociones y quizá volviéramos más jóvenes y más románticos a casa.
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