HOMBRE
CIPRÉS.
El
recto de la tarde, la valla desigual,
el
hombre alto en la llanura, una cal
olvidada
hasta del olvido
y
los semblantes serios del musgo;
como
el hombre, como las raíces del ciprés
involucradas
en la tierra. El hombre
agnóstico,
el ciprés sin difuntos,
el
camposanto sembrado de malvas
y
crecido en envoltura.
Para
los dos, llegar es jugar con el olvido,
que
del hombre conserva la plebe amiga
sus
fieros silencios, sus escarceos con la soledad,
se
juntan a precio de muerte
en
un ejido largo, como sus pies y marcado
como
sus cejas de nidales, como sus ojos tibios.
El
ciprés también es hombre en la templanza.
Ramón Llanes.
(ANDANZAS Y TEMPLANZAS)
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