MIRANDO A HUELVA
Huelva merece una mirada profunda hacia
sus fogosas marismas y hacia sus inquietas calles. Ayer nos detuvimos a enlazar
con la Huelva de un antaño que no se iba tanto en la lejanía. Miramos las
mezclas que ya no están, los reflejos que desaparecieron, los olores que son
recuerdos; miramos con un sabor casi infantil aquel lugar de ensueño donde se
hacían con mucho arte los dulces de Jorba, luego miramos los recuerdos grabados
del bar Onuba, luego el bar Viena con aquel Enrique tan peculiar y
dicharachero, luego la imprenta Guillermo Martín en la plaza de las monjas, la
droguería de Borrero en Plus Ultra, el bar Tupi que parecía colgado en otro
tiempo, la cafetería Pelayo que marcó un hito en la Huelva feliz de los
setenta.
Y a pesar de esta nostalgia no todo
fueron recuerdos, hubo en nuestro paseo por esta Huelva tan plácida, un detalle
de futuro, volvimos a pedir para esta insigne ciudad que nos acoge, un Ateneo
en el edificio del extinto Banco de España para encuentros de cultura y todo lo
que quepa de sabidurías y bienestar. Y parece que ya está más cerca.
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