La novia del conserje
Diez minutos antes de la hora de salida llega altiva y preciosa la novia
del conserje a poner a media oficina con la libido por las nubes; ella lo
sabe, de sobra lo sabe, lo adivinó la primera vez y desde entonces deja
muestras inconfundibles de su seducción a todo lo que se mueve, hasta
que se topó con el jeta en el ascensor y se le precipitó como quien ha ganado un premio en la tómbola de Cáritas. Ella apenas insinuó dos palabras
extrañas y se dejó hacer.
El conserje es un chico de bien, licenciado en matemáticas y aficionado a las tardes de bolera con su troupe de siempre; se ha encariñado con
la inactividad y vive más del cuento que de la razón. Pero tiene los celos
por los zapatos y ni siquiera adivina la capacidad de atracción que ejerce
la novia en el contexto de su propia oficina. Un día llegará a saber de todo
cuando sea tarde para arreglarlo. ¡Qué importa!.
Nadie ha conseguido acrecentar los niveles de producción por los mil
inconvenientes de toda la vida más la crisis; la empresa delira, está dormida en un limitado número de clientela fiel, antigua y caduca, que compra
lo justo para las tiendas del barrio y la soledad habita en la cámara de la
caja fuerte donde ni humedad ha quedado. El gerente, que ha hecho vista
gorda a los arqueos en muchas ocasiones, ha propuesto crear un departamento comercial en regla y ha pensado en la novia del conserje para que
lo dirija. En un año las ventas han subido sorprendentemente y hasta casi
lo inimaginable, en un porcentaje directamente proporcional a la subida
de la libido de los empleados de la oficina. Y punto.
Ramón Llanes. EL CAJÓN DEL SASTRE
3 Julio 2014
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