EL HOMBRE DE LA CALLE
La ciudad tiene su
frialdad y su calentura, como nosotros, como la marisma; la ciudad se
esconde o nace desde el mucho o desde la nada. En un instante surge
el hombre cotidiano por el lateral derecho de la iglesia que preside
la calle, se santigua y escupe al mismo tiempo que cruza el pórtico.
Nadie prestó atención,
el mundo entero pasaba por allí un día cualquiera, nadie observó
que el hombre -ajeno a mis ojos- se santiguó mirando fijamente la
puerta y escupió de inmediato dejándome con la incógnita de
saberle interpretar los gestos.
No hemos vuelto a verle,
quizá ya no viva en la ciudad que escupió y quizá no sepa que
ahora he decidido contar su actitud sin atreverme a calificarla. Si
usted se lo encuentra pregúntele la razón de santiguarse y de
camino que le cuente por qué escupió en ese lugar, en ese preciso
momento y en esa determinada ciudad; otro día hablamos.
Ramón Llanes. 7 marzo
2018.
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