La vida no duele
Con la luz caída y encendidas de gozo las primeras farolas dio el
pensamiento para mucho enredo. Si el ajetreo del día fue largo y ancho
y si la suerte no acompañó mucho en el brete, infinitas fueron las
razones para llenar con un poema, una canción o una pintura, -en una
página dócil que aguantara la herramienta-, el resumen artístico de
cualquier doméstico que bien de ello se preciara. Con la insinuación de
las teorías del dolor que capaces son de invadir lo pragmático y hacerse
resalte en la línea primera, conspirar contra el miedo, la daga, la molestia o la dolencia, no se adapta al modelo de curiosidad que concilia con
una reflexión sin tinte filosófico.
Se ciñe la contrariedad en la posición positiva de por qué duele la
vida y cuáles han de ser las dosis de combativo hacer para su evitación.
Que la vida duele es un engaño místico. Y para tal dolor se inventaron
las terapias colectivas de los salmos entre pan de oro y confesiones virginales. Que la vida duele también es una alegoría militar al honor, al
convencimiento psíquico de la necesidad de proclamar la defensa de un
territorio y sus sistemas, proyectando sobre el individuo un determinado grado de dignidad como premio. Que la vida duele es un dogma no
consagrado, es algo imposible que precisa de una credencial humana
para magnificarlo.
Será que la vida duele o será que la confusión de la vida duele o que
dolemos los vivientes o que tenemos mal entendido el dolor. Nuestra
objeción se inclina a desmantelar el principio porque de tanto doler
hubiera muerto la vida; pero la vida sigue un curso suficiente al que
domina célula a célula con la punta de la nariz y se extiende con una versatilidad natural de imposible ataque. Para esto dio el momento de la luz
caída y el encendido cíclico de las primeras farolas, solo para esto.
7 Octubre 2014 . EL CAJÓN DEL SASTRE.
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