BLANCO CASI VERDE.
Aparentemente va de fútbol o va del Betis que no es lo mismo, o escribo de Andalucía por aquello de la bandera o del mar por su azul o de la nada que debe tener esta diatriba colorista. No me gusta, empezaré de nuevo.
Escribiré del acercamiento del verde al blanco en tardes de sombría fugacidad, algo así como el afecto a una esperanza ilimitada que solo vive en el pensamiento y en los estímulos, quizá para llegar a pisar los márgenes de los delirios de la pradera cuando reverdece por sí misma, la cercana copa de la acacia que preside el jardín, la pintura impresionista del pinar sobre la playa, algo que divierta un poco más este setiembre nítido. No, otra vez me he perdido, yo no quería escribir de la playa ni de la arena. Empezamos.
A veces todo es blanco y nosotros lo vamos coloreando al antojo del momento, una pincelada verde, una sombrilla verde; luego nos viene el bajón y llenamos de soledad el espacio que fuera pensado para vanidad -por ejemplo- y volvemos a las andadas de lo negativo. El verde se hace gris marengo, lila chillón, ocre indultado, y el cuadro acaba en desesperanza. Nada, no acierto, tampoco era de esto de lo que quería escribir. Lo dejo, la sagaz inspiración me abandonó a mitad del tajo, escribe tú sobre estas torpezas, tú que sabes de leer más que yo de escribir y así nos vamos contando.
Ramón Llanes.
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