DON NADIE
Ni a dormir que se pusiera le respetaran las moscas; ni para romper un plato han de llamarle al brete. Está , pero es opaco, inocuo, pusilánime, aire.
Ni le envidian ni envidia; ni le buscan ni le aprecian ni le echan de menos. No le vieron en la segunda instancia rellenando la página del placer, se quedó en los renglones de saber sonreír y a eso se apega, fanático. Acaso usted le viera en la tarde semipálida del jueves, esbozando palabrerías repetidas, anunciar que había decidido ser galán en un documental sobre El Serengueti; no existe otra constancia de su marcha salvo un grafitis en rojo a la puerta del último lugar que fuera su paradero, donde imprime “muerto pero mío”, con una firma que dice “don nadie”, y olvido.
El público se ha desentendido de su existencia, - en el transcurso de su sueño-, claro.
Ramón
Llanes.
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