LAS COSAS DEL PATIO.
El patio se ha puesto tan hortera que ni los vecinos
menos distinguidos acuden a las celebraciones de la comunidad; el jardín tiene
ese color mustio que impone el otoño y las viudas del quinto parece que callan
en el sueño del letargo. Apenas se oye gritar el niño del segundo que tiene
prohibido jugar en la arena porque viene contaminada de excesos de un cloruro
dañino que produce picazón y dolor de garganta. Un ególatra que reside por
casualidad en el ático, acostumbra a tirar al patio colillas encendidas,
produce repulsa e indica que desistirá de su actitud cuando obliguen a bajar la
música a la novia del “guiri” que se expande en canciones la mañana completa
entretenida en nada mientras acompaña a Rocío Jurado en sus constantes orquestaciones
de coplerío.
Lo demás es tan insignificante como que unos trabajan
y cobran al final de todos los meses, otros se apuntaron al desempleo y cobran
al final de todos los meses, la pensionista del cuarto no quiere oir de la
arena prohibida y desea que le suban un poco más para poder seguir llegando al
final de todos los meses; los padres del niño, que grita por no poder jugar en
la arena, han comenzado también a gritar para que retiren la arena del patio;
el ególatra grita solo por escucharse a sí mismo; la novia de las coplas grita
desafinadamente y así hasta un interminable alegato de circunstancias que se
suceden día sí y noche también en este complejo patio que padece, sufre, vive,
disfruta y le pone una extraña salsa a la vida de estos seres humanos hasta
hacerlos sentirse orgullosos de tener una casa con un patio muy particular.
Ramón Llanes
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