EL PLACER DE NO VIVIR A LA MODA
La
sociedad nos obliga a vivir ajustados a las modas porque son las estrategias
del capital para un desenvolvimiento mayor de sus estructuras para el valor
añadido de los productos que se convierten en un beneficio más sustancioso para
quienes dominan los sistemas, este tipo de sistemas de venta, compra,
financiación, comisión, etc. Y casi no tenemos otro remedio que aceptar la
imposición modal si queremos huir de ser señalados en términos peyorativos por
los demás. Claro que las modas son solo de vestimentas nunca de ideas, de
conciencia, de actitud, nunca de verdad o sentimiento.
Vivir
en contra de esta demagogia, -no aceptar
los flujos que imperan para la forma de las solapas, el color del pelo, el
ancho de los pantalones y otras menudencias- supone quizá un quebranto a la
norma, una especie de discordancia con los cánones pero produce un estímulo en
la dignidad que pocos entienden. Los placeres del ser humano son infinitos, el
placer de vivir fuera de los contextos que las modas obligan contiene la doble
emoción de la rebeldía que proviene de una personalidad más versátil sin que
deba considerarse como radicalización. Con las ideas, el compromiso, la
solidaridad, el deber y la pasión sí nos debemos a los tiempos.
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