MUCHO TIEMPO DESPUÉS
Desde
que éramos futuro y los deseos tenían esa distorsionada forma de imposible,
desde que comenzábamos a creer en nuestras posibilidades y se nos ahuyentaban
la mayoría de los miedos porque nos fortalecíamos en la juventud, desde mucho
tiempo atrás, -antes incluso de la comisión de los tantos errores sociales-,
desde entonces se nos convocaba para mover las estructuras y jeringar a los
sistemas. Y ya, desde entonces, existían las promesas como ricas esperanzas
acarameladas que seducían en evidencia a la ingenuidad. La parte ingrata de la
sociedad nos trataba de comprar para luego vendernos en la primera estación o
para dejarnos escondidos con toda la culpa en los andenes del olvido.
El
tiempo no ha hecho otra cosa que repetir la incomodidad de la historia y en
estas alturas de invenciones de tecnología, volvemos a ser objetos de promesas
banales y engañosas que dan con el cuerpo en otro distinto andén y con el alma
en cualquier vendeduría de miserias para ser director general de los directores
generales que pegan los carteles en los miedos de los demás y los obligan a
descender a los abismos de la injusticia a cambio de un juego sucio con
bocadillo, cerveza y postre.
No
resulta desviado preguntarse ahora qué hemos conseguido en este “mucho tiempo
después”, sin contar el avance técnico y solo teniendo en cuenta en aquello que
nos distingue de otras civilizaciones por el bienestar alcanzado. Huimos
desaforadamente del imperio de la nostalgia y no pertenecemos a conocidos
ateneos populares de la demagogia pero somos carne del cañón que estalla en
cada guerra, boca que perdió la costumbre de distinguir sabores y humano en
lista de espera en petición de los derechos perdidos, por eso podemos denunciar
un fracaso o ponerle un cero en dignidad a este mentidero de sables que se
erige tutelador de nuestras vidas.
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