EL RETORNO. Estoy hecho a la
melancolía de tanto cenar
tristeza; convengo perder la
tarde o pararla o devolverla. La
noche lastima cuando no es
festín, cuando todos se
dejaron el recuerdo en la sombra, todos
ellos, los buscados, las ninfas, las
ráfagas de aire. Huele en la mesa a
restos de crisantemos y adquieren un
color parduzco las hortensias, ni
se oye la vida. De leyes son aquí,
digo en el estrado inquieto del alma,
las alfombras para desentumecer
los tilos que trepan por los nervios y
las escamas. No alcanzo la hora del
retorno, la memoria me nombra las
letanías del pródigo y me tiende tu
nombre sin manos, sin aviso de
llegar. Y se me hace todo tan alto y se
me olvida tanto la distancia que
han usurpado tu linde las demás
pertenencias. Se resume mi
equipaje enmelancolía. Distingo el
horizonte solo por la luz que se difumina
entre las sombras, el extraño fugitivo
que huye de huir se tumba en la
carga del destino y araña las líneas
rojas de un perfume
perdido en la contienda de
esperarte. Ramón Llanes
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