ABELARDO RODRÍGUEZ MORA
Abelardo se quedó en casa con 57 años de vida en un traste de su
Marismaire, consolando a quienes le lloraremos; sin extremaunción, a su gusto,
perdido y ganado en Sevilla y Huelva, en
Punta y en los añiles que a la tarde le pintaba en su forma lírica de expresar
la estética más bella “quién pudiera como tú, recién llegado, ver por vez
primera esta playa”, se quedó queriendo ser barbilampiño y siendo barbudo
constante, contrario al ruído, y al desorden, amante del equinoccio, de las boreales,
de los amigos y de las tertulias con altramuces y vinillo peleón, enfundado en
negro por el luto de todos los que se fueron, un tributo a su forma de sentir.
Abelardo, me duele decirlo, se ha ido a la muerte con un dolor en su
gastado corazón, firmando la premisa de volver, o mejor, de estar siempre, de
fumarse su Onuba vieja a paseo, leyendo las caras y los espacios, buscando un
transilium de libertad a su modo, con abrazo, para ofrecer su gota de humor
enlazada con el silencio extraño que produce la carcajada. Se ha ido Abelardo sin llevarse prenda ajena y dejando
paisajes, poesía, cuadros, colores, amigos, amigos, amigos. Hasta así me duele
contarlo porque tampoco él creía en la reencarnación, aunque para nosotros
resucite en cada atardecer del agua y su marismaire le delate cuando esboce la
más tierna sonrisa de un ser inteligente que no pudo agarrarse al pasamanos y
se cayó a la eternidad como poeta, como pintor y como hombre. Abelardo se nos
ha ido desde septiembre al infinito del alma.
Ramón Llanes. 23.09.05
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