BOCETO
DEL ENCANTO. (I)
Se
me ha crecido, en esta epidemia de sarna,
el
encanto invariable que serena los motivos
del
negocio de partir. Arriba distribuyen tiempo
los
ángeles locos, para aplacar la huelga
de
amor que derrumba el vial terreno
donde
me pasa por los ojos la ignorancia,
donde
es encanto aquello que fortifica.
Acaso
partir marque rumbo
y
la efemérides consienta cerrar la pestaña
del
desvelo. Soñar para inclinar el encanto
a
la izquierda, al soportal de sombras tardías
sueltas
en los párpados. Vivir en geometría
opuesta,
en reinos inacabados. Basta
que
jueguen a desembarcar del tren
los
carboncillos de la estima y basta
para
el hombre que no fui, el manubrio
encontrado
en una puerta,
basta
encantarme con pies en chinela,
con
odas y cantatas, con márgenes
que
abran un carmín. Será pastel de encanto
entrar
a los pensamientos, donde me insertas
el
nombre sin caer en los lodos, sin dejarme
para
el baño, sin renunciarme en la cena.
Más
encanto conviene el partir del sueño
prescrito
desde la paz de la añoranza.
Y
más, no sé, acaso un bolero de pasión.
RAMÓN LLANES
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