CON GANAS DE GRITAR
Algunos días son tan simples que entran
unas enormes ganas de gritar. Y no sabes a qué gritarle hasta que te adentras
en la mañana y ves una papel era
rota, un coche mal aparcado, unos ciudadanos que olvidan la existencia de los pasos
de peatones, un político que insulta a otro político (de distinto color), una
farola que no enciende, un recibo del
banco con gastos por comisiones de no sé qué, un dolor de muel as inesperado, una esquel a
en la prensa de alguien que conoces, una llamada que esperas y que nunca llega,
una avería en el bajante de las
cañerías de tu casa, los árboles que ya se marchitan, el
inicio del frío, tan trocho, la calle cortada por obras, un atasco en el centro, alguien que te falta a la cita, otro
alguien que te hace esperar, una cola en el
banco, un bar cerrado, una empresa en quiebra, una soledad.
Acabas el
día con cara de haber deseado todos los gritos y olvidas todo aquel lo importante por lo que hubiera merecido la pena
no gritar.
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