EL CURSO.
No te hablé del curso. Los alumnos allá, son ellos los que dignifican
la vida en el aula, ellos quienes hacen canción alegre del sufrimiento en un
examen, son ellos, mozos de escuadra celeste, (estamos a este lado del mar),
testigos y deseantes de un futuro con ingenio de dioses. El curso no es de
ellos, no solo es de ellos, es de todos. La familia es un curso con aprendizaje
de usos y ternuras. Deliro, estaba escribiendo de lo académico. Se pasa de la
calle a la docencia, del estudio al saber; el pensamiento se agiliza, se
enriquece, se madura.
Una vez acá, digo delante de la vida, cuando el curso parece que ha
terminado y solo hizo empezar, el sueño es fruto más imposible, pero se trata
de enganchar con la armonía del esquema; luego se consolida el valor del
pensamiento y acabas, lo sé, proponiendo una estructura de calidad de vida con
otra excelencia. Observas que te dieron resultado los conocimientos, que eres
capaz de aportar una línea nueva a la historia tuya, una palabra más a la de los
demás. Y no te quedas, abundas a ser mejor y a convertir la tribu en deseantes,
sin mediar atracos de dogmas ni desolación. De ahí que nunca acabe el curso.
Los estadios creados, la suculencia de la emoción por los sueños que se
van trenzando, la magnitud que va tomando la dignidad, te hacen premiar tu
decisión. Del curso-vida te hablo.
R.llanes.
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