SEPTIEMBRE, UN MUNDO.
Asoma un frescor
pálido por septiembre, hechizo y sabiduría que reedita cada ciclo
con el mismo dueño de viento calmo y fustiga de la templanza el
copioso trajín, escurraja de órdagos de mucho calorío. Ya no es
otoño, aún no es otoño, pero es septiembre abierto, el de
propuestas y meditaciones, metas alargadas y tránsito entre la
melancolía y la realidad, un mundo de sistemas que se compaginan, se
paralizan o se envenenan juntos; la cuenta adelante y la reflexión,
el proyecto y el inicio de todos los cursos, la dorada época de los
enamoramientos y los poemas, un mundo, este septiembre de golosinas
que atraen a los deseos, ya de por sí vivos y deseantes.
De algo es ebriedad,
no todo ha de tener luz cansina de apagón inesperado, de algo ha de
surgir pasión por este mes que al año enriquece. Se presiente todo,
se piensa doblemente en la consolidación o las nuevas consignas. Es
algo triste, dicen, este septiembre que acaba con la fortaleza del
estío; y es algo social este septiembre que nos remite al encuentro
con los seres que nos alivian. Que llueva o que no, la falta no
incide en el espíritu, la abundancia tampoco, son acontecimientos
que colaboran a la inercia sin sustentarla, como complementos. Gusta
por su atardecer, por la simulación de las sombras, por el espejismo
de las mañanas, por las sorpresas; de septiembre nunca se conoce el
siguiente día, gusta, seduce. Y ha llegado, a pulso, llorando
sanamente sin luto, con nubecillas de poco pelo, con intención de
treinta días, ha llegado septiembre.
R. llanes.
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