Neble
Valbuena, Reposo
Bollullos
par del Condado 1929-1984
BOLLULLOS PAR DEL CONDADO
SIENA: la tierra se está
secando con sabor a grillos.
VERDE.- Un mar de viñas,
cerca y lejos.
BLANCO. Las casas son
los espejos del sol.
Bollullos siena, verde y
blanco. Huele a calor y a tierra. Dulces y calientes los racimos se
mecen en el serón. Dentro del serón una canasta de varetas de
olivo, por encima las parras protegiendo los frutos. Siesta.
Mansedumbre. Silencio. A lo sumo un niño desnudo escapa de su casa y
ríe. Una banderilla al silencio. El silencio -toro manso- sacude el
testuz sangriento y se tiende. Despacito vienen los hombres del
campo. Los burros lentos -grises, negros, castaños- balancean la
carga. Los hombres, rostros de arcilla, destilan por las blusas las
últimas gotas de agua hasta quedar en el barro sediento. El sudor
pone manchas agrias en la ropa. Los perros -rojas y colgantes las
lenguas-, calman su cansancio, rascándolo por las fachadas. Los
perros, a compás de las cabalgaduras siempre, si las adelantan las
miran ladeados, como perdida parte de su sombra. Calor. Calor.
Agosto, las tres de la tarde de un día cualquiera. Bollullos, siena,
verde y blanca.
Los siete colores del
arco iris. El sol derriba a las nubes y al vuelo de los pájaros. En
el azul, el viento está desmenuzando un ala. Los siete colores del
arco iris tienen esta luz. En radiografía cae a velo todo lo falso.
No quedan ni los huesos. Solo queda la raíz del corazón. Sólo
queda un hombre- no un símbolo-, las manos ocres, un verde racimo en
ellas. Todo es luz, ¿dónde está la sombra?. La luz la ha ido
replegando hasta la nada de su no ser. Es Bollullos. Es agosto. Son
las tres de la tarde. Por una bocacalle el ruido de un tractor hierve
un momento y pasa. Se recogen los arrumbadores, chaqueta de dril al
hombro, abierta la camisa, negros los pechos, los brazos marcando un
ritmo despacioso, por las aceras.
El vino de Bollullos.
Sol desde los labios al alma. Desde la venencia a la copa crece un
rayo de luz. Huye la pena. El vino de Bollullos para la marcha de la
tristeza. Para negociar, para amar lo mejor una copa de vino suave
por fuera y caliente por dentro. Pronto, muy pronto, vendrá la
vendimia. El “dios está azul” de Juan Ramón se convierte en
dios dorado. El solo pensamiento del vino sobre el mantel pone un
extraño optimismo en el pesimismo natural de los hombres del campo:
“¿Qué te decía, Manué...? la viña está “revolcá”-.
Es agosto. Son las tres
de la tarde. Hace calor. Pasan los burros despacito y los perros
siguen restregando su cansancio.
De la Antología HUELVA ES VERSO
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