GUERRAS DE OTOÑO
Cada
vez que huele a fusil
asoma
la muerte por la última rendija de la vida,
es
su vicio maldito, su colofón pensado
con
entretenimientos y verdad;
los
hombres no huelen,
han
perdido el olfato de la paz,
sucumbieron
a la seducción de los credos,
ahora
son líderes de algo miserable,
son
inventores de las guerras de otoño
que
fueron hechas para salvar a la humanidad
del
sueño que desprendían las sonrisas.
Las
bestias que incitan al castigo
se
persignan antes de ordenar al verdugo,
son
hombres de plomo,
pastores
divinos desorientados del afecto,
son
hombres que adoran a dioses impuros
y
evolucionan con ojos desiguales,
con
manos tatuadas de asco.
Nadie
sabe, nadie aprendió a detectar maldades,
nadie
impide que las guerras sean
promocionadas,
nadie sabe cuidar
el
grito famélico que deja el otoño
en
las crisálidas noches de la presunta vida.
Nadie
ha reparado en el dolor.
Ramón
Llanes. Otoño 2015.
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