CUANDO TÚ TE HAYAS IDO.
Incomprensiblemente
Andalucía no es el mejor lugar del mundo para soñar. Tras el
orgullo íntimo de nacer -que nosotros mismos
autopromocionamos por convicción- se nos agolpan otros sentimientos
que encajan en ese orgullo identitario. Nacer solo es el primer paso,
fuera de nuestra elección, luego vivir, que a medias forma
parte de nuestra voluntad, después ejercer de andaluz, que sí
concierne a un ejercicio constante de credo, actitud y labor y
definitivamente soñar, como culminación al sentido de
individualismo y colectividad en defensa y procura por una sociedad
andaluza mejor en ambos planos.
En este instante, que es
veintiocho de febrero y que llueve sobre Andalucía, someto a mi
conciencia a determinar mi quimera más cercana y dibujo si responde
mi tierra a mi sobrecogedora manera de entenderla como utopía
conseguida de andaluces que me precedieron. Y la realidad no se
ajusta al ideario. Ni cuidamos ni nos cuidan, escasamente añadimos
valor, nos mojan -a veces por inacción o apatía- en charcos no
deseados y la rutina nos conduce a muchos olvidos. No es el paraíso
que nuestros seres anteriores en vivirla habían soñado para
nosotros.
A fin de cuentas
dependemos de nosotros mismos -me digo-, somos los protagonistas
exclusivos de nuestra identidad -lo asumo- y llevamos en la sangre
una partícula de vida que nos obliga a fortalecer la convivencia y a
trabajar desde todos los ámbitos por una Andalucía mejor. La
calidad del paño no es discutible, los recursos responden, el
orgullo sobra; me someto -en mi particular ética- a reconquistar
esta filosofía de querencia que admiro y deliberadamente amo, que
sea para los venideros andaluces un sueño que nosotros conseguimos.
Ramón Llanes. 28
Febrero 2018. Día de Andalucía.
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