CONSULTANDO A LA TIERRA.
Fuíme a resolver con cuido mis
pensamientos antes de suponer el mundo mejor que en sueños intuyeran mis
cábalas de hombre, fuíme con necesidad más real a preguntarle a la tierra con
mis divagaciones de poeta qué sería de nosotros después de los comicios y de
qué consejo podría fiarme. Al mar pregunté qué humanos le persiguen y quiénes
le alientan; al aire pregunté quién de los candidatos le prestó atención más
correcta; a los árboles y a los pájaros expliqué estos asuntos de los programas
y a ellos pregunté consejos para mi
voto; pregunté también a los colores y a los sentimientos la causa para confiar
en uno u otro; al camino, al cansancio, a la vejez, a la libertad, a las
montañas, al dolor de cabeza y al ombligo solicité una respuesta sobre mis
decisiones políticas; pregunté a los virus del hospital, a los pupitres del
colegio, a las cuentas de sumar y a la geometría, al agua y a los suspiros, y a
todas las emociones tuve la osadía de preguntar cuál consideraban la mejor
opción para mi voto. Y todas las cosas miraron al escenario, a la academia, a
las guitarras, a los libros, a los versos, a los artistas, a los poetas, a los
pobres, a los románticos; y los pájaros volaron a la parte de los sueños y el
agua miró a la utopía y los sentimientos señalaron a la izquierda, allí donde
se guarda el corazón y sus enseres de amar.
Por ellos me reafirmé en la idea
de mi conciencia de votar por un curso mejor para el pupitre y un sentido más
cercano a la libertad de la vida y de los seres que la ocupan; volví a desdeñar
a quienes proponen tropiezos, malhumor, discordia y gresca. Decidí votar con la
convicción de la utilidad para cambiar sistemas y evolucionar actitudes, votar
para mañana y nunca para ayer. Votar por ti que me acompañas en esta tarea del
alma. Y así voté.
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