Me cansa la sustancia acusadora de la ética, en duelas de ruidos se apegan algunos trances que la sociedad reprocha. Mi voz se ofusca, tiembla el eco del miedo en sobras de agonías, pierden los ojos el dormido paisaje donde caben tantos sapos y espermas de esta insulsa copia de la verdad. Hundid los dedos en aquella miseria del hombre despierto, hundid las uñas, arreglad los quehaceres, se ha doblegado el dolor en este cuerpo de lobezno, llamad a las puertas de dios, a sus ángeles muertos, llamadles, echad en el descuento los residuos y volved al jardín, solo hay un pozo que surte de sed al agua, se agota mi apego a la vida, ahora es un torbellino de ideas que se escapan de mi traje de hombre. ¡Cuánto salvaje ruido, cuánta perversión! Mi memoria necesita más olvidos.
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