QUERIDO AMIGO
Estarás asomado al mundo como deseando
una vuelta a modo de pasatiempo y asombro; por aquí las cosas han perdido la
sensualidad, los hombres perdieron la sabiduría y la hondonada que dejaste aún
permanece. No huele a germen nuevo ni a palabras, no se distribuyen cubos de
afecto por las calles y el sobrante de versos que se quedaran en la puerta a
punto de salir, -cuando cerraste la última mirada-, allí siguen, solos,
mordidos por la inacción y la culpa.
Sabes que nunca fuimos pensadores de futuros
a largo plazo, que nos gustan los placeres espontáneos, que se nos olvidan las
querencias y sabes que el entramado de la verdad siempre lo descubrimos después
del pensamiento. Así las cosas, nos quedan la peineta, el baile, la bandera y
poco más para continuar rompiendo vanidades. Unos surgen de una nada insólita y
se visten de profetas, otros se esconden detrás del miedo y no son valientes
para entregar la cuchara del mando y los más retorcidos reniegan del sosiego y
del trajín, del azul y del amarillo, reniegan de estar y reniegan de marcharse,
¡absolutamente un incendio de psicopatías desnortadas!.
Ahí vamos, con el “locajo” puesto
llamando la atención de los poderosos en vez de recurrir a los sabios, haciendo
amistad con las nuevas miserias de lo mediático y desperdiciando el tiempo en
monsergas mediocres y vacíos cerebros.
Cuando estabas creíamos en otros trazos
pero hemos perdido el rumbo por la escasez de habilidad, amigo. Al regresar a
este sitio tan nuestro desde donde se nos permitía comunicarnos con la vida,
ahora que estoy en ello y me vence esta melancolía de novato, sostengo en los
ojos el abrazo que nos hizo la amistad y no sabría decirte qué sensación se me
va a quedar en el alma, si esta del jolgorio inestable o aquella del abrazo, pero
huyendo de la trampa de la nostalgia solicito envíes al pasmo de ahora una
locomotora, un columpio, unos zapatos o un trozo de sentimiento, para que
podamos jugar a tenernos y nadie crea que eres la fábula de mi fantasma de
cabecera en noches de insomnio, que nadie sepa que nos prometemos aparte del
afecto, la guitarra y la conciencia; que nadie lo sepa, amigo.
Ramón Llanes
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