Han puesto flores en la calle del olvido para herir más a quienes la habitan, han prometido quemar el tiempo, quemar el tiempo que nace por aquella ruta de alfileres. También han puesto luces a la calle para que se vea mejor la tristeza. Han doblado las esquinas con promesas de trampas, con persianas verdes y manteles viejos de hule, con cables negros, con remiendos han colocado columpios a la tercera edad. Todo fue extraño hasta que pisó el alcalde la sombra y trajo la inesperada fábula de la esperanza. Alentó y felicitó, se creció para esconder en la palabra alta sus miedos cumplidos, sus miserables compromisos destinados a cualquier enmienda de bondad y progreso, imperceptible ahora en la calle del olvido, con flores, luces y más descuidos.
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