De repente me encuentro en la plaza donde los niños juegan imitando gestos y gritos de mayores y acortan, sin saber, su libertad y yo me callo. De repente me solicitan con dolor una limosna de moneda para saciar un hambre que no me creo. De repente oigo en la radio noticias de fuerza, de poder y sangre y me acuerdo que no se acuerdan del árbol ni del viento ni del agua, que se olvidan de nosotros. De repente rezo algo parecido a una oración y me creo hombre y me tropiezo con alguien y pido perdón. De repente intento gritar y grito y no me oyen y escribo y no me leen y camino y no me ven y siento miedo. De repente me ofrecen un abrazo y respondo, me dan una palabra y sonrío. De repente quiero huir y desaparecer y me pongo a cantar y me obligo a solucionarlo todo y empiezo por amar y no me canso. De repente me voy a la plaza con los niños, regalo una limosna, me trago todas las noticias de la radio, me olvido de mi rebeldía y me callo. De repente casi muero o casi nazco.
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