RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

jueves, 29 de agosto de 2024

HOY VIERNES

HOY VIERNES.
Es viernes. Hoy, -otra vez, otro año más-, es el aniversario de la guerra. Quizá no todo sea Palestina pero sigue ahí, con el desvelo, la agonía y la destrucción. No nos ha llegado el horror al ombligo, hemos desaprendido a temblar, estamos fumigados de desesperos y las lágrimas se han secado de no usarlas.
Aún siendo viernes las cosas nos ponen tristes y nos desaniman y casi no somos capaces de resurgir con la fuerza misma de hace otros tiempos cuando teníamos agallas humanas en todas las estribaciones del espíritu y asestábamos reproche a quien pusiera por delante su falacia. Son otros tiempos, estos tienden a la resignación y al conformismo, nos acostumbramos a darles la tarea de pensar a los más intrépidos, a los cínicos y a los trápalas y nos va mal. Son otros tiempos y ya tenemos de indolencia las manos llenas, somos el revés del compromiso, lo menos valiente, somos. Quizá hayamos tocado fondo.
Nos ha resultado más social pensar en el festín de horas que tenemos por delante para dedicarlas a celebrar un aniversario inusual que nos invite a cerrar las puertas de los sonidos de las bombas y nos dediquemos a sintonizar cadenas de documentales de naturaleza, encender el ordenador por la parte verde y tragar todos los partidos que pongan. Y el lunes iremos limpios con una conversación que no castigue nuestros sentimientos ni toque de refilón la conciencia para poder decir como siempre, “no me enteré”.
Hay mucha tregua, la guerra es todos los días, nosotros sobrevivimos al soniquete de las noticias y cenamos arándanos de postre con permiso de nadie; qué nos puede importar una guerra más.
En el desayuno preguntó la niña por el responsable de las guerras y no supimos responderle con verdad, no le dijimos que también nosotros arrastramos culpa ni le hablamos de la ética, nos limitamos a escenificar el horror con palabras de auténtica hipocresía, de tal manera acabamos el desayuno y nos pareció que en ese preciso instante habían terminado todas las guerras, y salimos huyendo de casa hacia el colegio para dejar a la niña. Luego lo de siempre, el beso, un hasta luego, una sonrisa y un pequeño olvido, lo de siempre.
Todo lo que nos pueda atentar contra el sosiego tiene solo unos minutos de caducidad, para eso están diseñadas las capacidades genéticas, intelectuales y emotivas del ser humano, nada debe estar molestando en el interior más del tiempo asignado y la responsabilidad personal y colectiva con el entorno y con todas sus consecuencias posee una significación especial para aquello de disimular que somos nosotros protagonistas del invento y del resultado. De ahí hasta dominar los conceptos de implicación o desidia hay un trecho similar a la imprudencia, al desorden y a la maledicencia, o todo junto. La culpa no pesa en el cuerpo pero duele exageradamente en el alma si de personas con cierta dosis de cordura se trata.
Ramón Llanes.

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