Oda de luz y primavera
Se me ha caído un crepúsculo en los ojos,
la tarde se ha hundido en la ciénaga de los pájaros
donde la luz se inmiscuye en los tratos de amor
sobre las soledades de este mar de campo
en verde de tiempo.
He visto las nubes toparse con mis sueños,
he visto luces de sombras en la jerarquía de la acacia,
he visto cómo el paisaje se aniña, se adormece, tirita.
Dónde el agua, dónde el humo del invierno,
a dónde se habrán ido el verdín mohoso de la encina
y los vientos ábregos;
por qué esta luminaria cegadora.
Ay, errante amanecer, sin saber que si tiembla
la lumbre, es primavera.
Ay, serenidad de noria, sin llegar al miedo
se te ha partido la fuente en dos pedazos
y es ahora un libro abierto
a la sabiduría de esperarte; más primavera
anuncian los líquenes rotos,
mucha más liturgia de emisarios convoca
la emoción. Los nidos esconden nacencias y credos,
por la puerta trasera del horizonte
se borra la noche, se contiene luminosa la melancolía.
He visto cómo arden las templanzas,
cómo el apego reina, cómo distribuye la luz el zarandeo inquieto de los árboles
y cómo no es precisa la lluvia
para que el cieno doblegue el humedal.
El hueco más preciado de mis manos
acaricia apasionadamente este olor solemne a primavera.
Ramón Llanes
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