Acontece
el ocaso diversificado en la teoría de la naturaleza, corresponde marcharse y
poner un punto y seguido al ciclo, ha sido un día, han sido horas de tarea
preciada calentando esferas húmedas, criptas barrocas de iglesias solitarias,
ha dejado en el suelo los alimentos para el espíritu. El sol, que es la luz al
por mayor, no simula tanta riqueza, la extiende y la regala.
Aún en el prodigar de la dormida, los
reflejos mimarán las crestas altas de los árboles, de los edificios altos, de
los altos pensamientos, hasta darles las cuantas perlas que son necesarias para
la prolongación de los efectos de la luz a pesar del ocaso. Ni nosotros ni la
tierra entendemos al ocaso.
Creeremos que cada pérdida de la luz
habrá de ser un sufrimiento o que no debería tener fecha de caducidad esta
vigencia. Mas la noche no entorpece la vida, que la hace a otro antojo, que la
remansa y la descansa, que la divierte en tono negro y luces inventadas. Esta
historia de emblemas de universo acapara una atención plácida, de plácidos
humanos que se han puesto a mirar y mirarse en la emoción de un precioso ocaso.
Ramón Llanes.
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