DISCURSO
PARA EL ACTO DE ENTREGA DE XIX EDICIÓN DEL
PREMIO ONUBA DE NOVELA
SOBRE
LA PALABRA
La
última edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua fue aprobada en
octubre de 2014 y en ella se registraron como válidos para formar parte del
léxico castellano 3836 vocablos nuevos. La inclusión de una palabra en el
Diccionario se lleva por los académicos con una exquisita rigurosidad y la
técnica empleada consiste en solicitar a las 24 Academias de la Lengua Española
en el mundo sobre aquellos vocablos que consideran adecuados para su
incorporación al lenguaje oficial, teniendo en cuenta que estos han de tener un
uso frecuente y que formen parte del hablar cotidiano en una región, un país,
un lugar determinado. Luego se reúnen los miembros de la Academia central en
Madrid, escuchan y estudian las propuestas y se aprueban o rechazan según las
votaciones y consensos. Y mantienen siempre una filosofía de actuación y
convencimiento que defienden por encima de novedades más o menos ambiguas o
extrañas, el principio es que el lenguaje está vivo y que como tal puede ser
motivo de nacimiento, crecimiento, modificación o desaparición.
Hasta
tal punto se respeta este criterio que se han aprobado palabras como pelegrino
o almóndiga debido a que se trata en estos casos de una desviación errónea
del vocablo pero así lo expresa mayoritariamente el pueblo. Esto puede parecer
una contradicción que tiene consecuencias empíricas en su desarrollo porque los
desvía de la raíz primigenia y ha tenido no pocos disidentes de esta doctrina.
De hecho los oponentes a aceptar palabras mal expresadas emplearon la ironía de
preguntar cuándo se aceptaría cloqueta.
Y de todo aquello surgido con motivo de la aprobación de
nuevas acepciones me detengo en una palabra que desde hacía tiempo venía
solicitando estar en la élite consagrada del Diccionario y sin embargo nunca
tuvo suerte; me refiero a la palabra serendipia que viene a significar hallazgo
de algo importante sin pretender su búsqueda, como en realidad ocurriera
con el Descubrimiento de América o con la penicilina; nuestros vocablos
utilizados hasta ahora han sido de chiripa o de casualidad, aunque no
respondan estos a ese concepto de cosa importante. Produjo cierto gozo en los
lingüistas la aceptación de serendipia porque es una palabra bella y
viene a llenar un hueco existente, antes de esto no teníamos palabra que
expresara el hallazgo de algo importante sin buscarlo o buscando otra cosa,
como ya hemos dicho. Otra cuestión no resuelta en el uso es la utilización de
dos negaciones para impedir algo, como por ejemplo no hay nadie que quiere
advertir de ausencia de personas en un lugar pero que al estar conformado por
dos negaciones afirman la frase y en tal caso vendría a significar que hay
alguien; la frase correcta en este caso para la indicación pretendida sería
nadie hay pero esto no está en uso y da a entender que no tiene sentido
y la Academia, sin aprobarlo, lo acepta a pesar de su disfunción lingüística.
Y viene todo esto al caso porque el Premio Onuba de Novela
que este año alcanza su XIX edición es testigo directo de la aparición de estos
ajustes que sirven para bien ordenar esa viveza del léxico. En estos 19 años se
han presentado al premio unas 2500 novelas y es fácil determinar que en ellas
hayan estado palabras inventadas, vocablos cambiados o desviaciones del
lenguaje acorde con la necesidad de la temática narrativa. En esta edición, por
ejemplo, nos aparece una palabra no muy usada que aun estando en el Diccionario
tiene poca figuración expresiva en los textos. La novela ganadora en esta
ocasión es AVITAMINOSIS cuya definición es enfermedad producida por falta o
escasez de ciertas vitaminas. Y una de las novelas finalistas ha sido
LIMERENCIA, palabra que no está acogida en el Diccionario pero si está aceptada
en tratados de Psicología y viene a significar un
estado mental involuntario resultado de una atracción romántica por parte de
una persona hacia otra. ¡Qué belleza!.
Deduzco pues
de todo ello que en las 19 ediciones de este Premio, llevado a cabo
exclusivamente por el interés personal de Manolo Ortega, que hace de creador,
receptor, divulgador, impresor y mecenas, todo al mismo tiempo y por lo cual
aun no se ha hecho rico, deduzco que el patrimonio de este Premio es su
aportación singular al descubrimiento de vocablos, palabras, signos,
expresiones que suponen un aporte indeleble para la Lengua y asimismo para la
Literatura. Imagínense la trascendencia de este hallazgo. Si alguien ajeno
conociera a fondo este trabajo de locura infinita resaltaría el valor humano de
esta obra en favor de las letras en general y del arte literario en particular.
De ahí que
podemos asegurar sin temor a equivocarnos que el Premio Onuba de Novela es
nuestra personal serendipia porque tal vez Manolo se haya encontrado
este hallazgo inmenso sin necesidad de haberlo buscado, hasta el punto que ni
tan siquiera se ha preocupado de hacerlo resaltar institucionalmente,
llevándolo más con la humildad que con la soberbia y bien que hubiera podido
hacerlo porque este Premio tiene prestigio nacional e internacional y las obras
ganadoras ya publicadas son buenas novelas que han recorrido muchas geografías
con honor y dignidad. Quizá algún día encontremos una fuente que se inspire en
estas virtudes para otorgar reconocimiento y consideración a esto que fuera
utopía para nuestra sociedad y que con una sola barca remada por Manolo se haya
convertido en 19 singladuras reales que han sufrido tormentas, temporales y mar
de leva y ha llegado 19 veces a buen puerto con su barca de andar por la Ría en
clara intimidad.
Se evidencia
que Manolo apuesta por el culto a la individualidad para mantener viva la llama
impulsora y bien engrasada su barca para continuar navegando, es su causa.
Cuando a Borges le preguntaron qué es la utopía, este respondió diciendo que
un horizonte jamás se puede alcanzar porque a medida que te acercas este se
aleja y la utopía es lo mismo, entonces la utopía sirve para eso, para caminar.
La utopía de Manolo es el Premio Onuba, por eso camina.
Ramón Llanes.
Huelva 3
noviembre 2023.
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