EL VENDEDOR
En la plaza, un soñador con alegría
a vender tristezas comparece.
Por aquella vez del primer desprecio
a mil quiere vender
un desengaño amoroso,
una caída por cien la ofrece
y poco más por renegar de un beso;
solo tres mil por la amistad perdida
y qué si no
por codiciar merece,
menos de lo que por perturbarse
con ocasión de un duelo
por celos y mujer
su tristeza vende,
que allí perdió, aunque ganar
en otra valentía
acuerda no atreverse.
Regala el vendedor un saco a medio hacer
de acariciar pasiones,
que dice que al pensar
con ellas se estremece
y nada de comer, mezclar con lo de dar,
a permitirse puede.
Pregona sus tristezas
en la miseria oculta de su mejor deleite
y alguien le pregunta
con intención de armarle
¿ y a cómo venderá señor,
su propia muerte?.
Ramón Llanes
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