IMPOTENCIA.
Nuestras vidas están colapsadas de momentos de impotencia. La sentimos cuando necesitamos la lluvia y no se deja caer, cuando pedimos una cita médica que nos atrasan, cuando llevamos prisa y nos toca un atasco de tráfico, cuando alguien cercano contrae una enfermedad y no encontramos la respuesta de la curación, cuando nos ahogamos en un asunto económico que no tiene perspectivas de solucionarse, cuando se nos caen encima todos los mundos por la pérdida de un ser querido.
Nos sentimos impotentes, pequeños, inútiles. Nos arrepentimos de no haber aprendido a ser más sabios, nos castigamos por esa impotencia, y quisiéramos ser dioses esporádicos para diseñar un milagro en cada instante. Con esa idea llevo seis mil días escarbando para acabar guerras, enfermedades, rencores, y nada.
Nunca, en tales circunstancias, caemos en la cuenta de nuestra condición natural, de nuestras limitaciones y de nuestra escasa posibilidad de recursos extrasensoriales. Pero somos humanos que ya es bastante.
Ramón Llanes
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