LA RUTA DE EMINÉ
Presentar esta obra LA RUTA DE EMINÉ,
supone haber andado de cabeza un tiempo largo con el bolso de caminar desde la
inmediatez al curioseo y a los pozos desconocidos, haber perdido la realidad
entre las enaguas de lo imposible y acaso también haberme atrevido a pensar que
el autor pretendió contar un cuento o fabular un contexto real de la vida
misma. Y esto de presentar una obra de un excelente escritor también da para
creer que se le acabara el tiempo de la poesía y que nada queda ahora de aquel
espléndido BESTIARIO DE CABILDO suyo de hace tantos años; incluso uno se atreve
a insultar que sucediera, con un este
no es mi José Antonio, que me lo han cambiado; o tal vez convenga desviarse
de esta tónica poco refrescante de analizar el pasado más que la propia obra,
vinimos a eso, déjese usted de alusiones insulsas a otras décadas y limítese
a Eminé y a todo lo recién escrito.
Yo admiro al poeta porque con sus versos
fue ganando premios por esta geografía con la facilidad de quien gana una
partida de futbolín en una taberna de juventud, a ese tal que se dejara caer
por las escorrentías de las metáforas o vagara romántico por cuerdas
universitarias como Pedro por su casa.
En esa admiración medio platónica medio frágil andaba yo cuando casi de
pronto se me presenta un día en el Museo de Huelva con una novela bajo el brazo
y bien acompañado por nuestro amigo en común José Antonio Carballar con la idea
de enseñarnos su MALDITA LECHUZA, una especie de burla a una parte de la
sociedad docente a través de un personaje habitual que suele darse en estos
centros. Desde entonces no dejamos de tener contactos virtuales y a ellos se
debe que ahora me encuentre en esta diatriba que será lo contrario de un
discurso violento porque el lazo admirativo nunca se perdió.
Este verano me enrollé con su obra
PASODOBLE con la cual disfruté, reí y caí en la cuenta de la vida de esos otros
humanos que pululan por estos andurriales sin que nosotros lo sepamos formando
un pijo conflicto entre la devoción y el malgasto del estío en cuestiones tan
efímeras.
También me vengo a permitir recomendar
estos dos libros anteriores porque leer a José Antonio es, al menos, divertido.
Con lo dicho podría cerrar el asunto que
nos ocupa y se irían ustedes sabiendo de mi culto por este docente de
profesión, ya en el júbilo, y sabiendo algunas cosas de su dilatada trayectoria
literaria; podría ser así pero me quedaría el alma infeliz si no les contara
que esta historia de EMINÉ, viene a recordarme las viejas historias de Las Mil
y una noches o los cuentos que tantas veces nos trajeran a la mesa camilla las
abuelas del tiempo. Esta obra es un hilo, una urdimbre bella que trata de un
mundo distinto al nuestro y sin embargo tiene la casualidad expresada por el
autor de proponer actitudes para soportar la virulencia actual. El autor quizá
no pretenda otra cosa que divertir, hacer pensar, invitar a la lectura,
apasionar al lector por esos otros ámbitos que parecen pasados, que solo
pretenda dar unos apuntes como medios para entender la fábula pero se adentra
demasiado en la aventura y eso le trae algunas extrañas consecuencias. Y hasta
aquí puedo leer.
Como sé que se interesarán por el libro,
más por convicción que por curiosidad, no dejaré de invitarles a ponerse las
sondas del silencio en una tarde de candela, perderse los tropecientos
programas de la pantalla tonta y beberse de uno o varios tragos esta reflexiva
novela de un José Antonio Ramírez Lozano que aunque ya hace su vida en Sevilla
nació en la Extremadura de los genios.
Acaso si ganan con su lectura vendrán un
día a contármelo. Gracias.
Ramón Llanes. Biblioteca de Huelva 20
noviembre 2023.
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