¿ BAILAMOS?
El
baile ha comenzado. Los asistentes visten de un riguroso blanco, las paredes
son altas, transparentes y con preciosas cortinas, la orquesta tiene un
director de agrado. Hay muchas gentes, muchas, una lista grande de gentes que
aspira a entrar en la danza, y quienes han organizado este evento del
baile permiten más personas y la música
rompe gratamente el silencio y se hace solemnidad de convivencia en la sala;
todos visten de un riguroso blanco, todos han quedado lejos del murmullo lloriqueado
de la infamia.
La vida ha comenzado. Hay un hilo sin
límite que une unas historias con otras hasta llegar a un punto de extensión
inusitada, todo atado a un sueño. Han entrado en la vida de aquí, -en esta de
pintores excelentes y humanos en general con altos grados de inteligencia-,
gentes de otra gleba, de la de arriba, que no conocen cómo se enmienda un
entuerto ni de qué color son las miserias; y han empezado a romper sueños, a
callar la música y a imponer una melodía de palacio ininteligible para estos
soñadores.
Y el baile se volvió un caos de trampas
que los sonrientes y soberbios poderosos de la gleba alta pusieron en las
escaleras, en las puertas y en los asientos; aquello enloqueció, y era la vida
más que un baile de tristes, se confundía la vida con el baile, el baile con el
paisaje, la trampa con la vida, se confundían ellos que creían pertenecer a la
solución y chocaban con el problema hasta que el baile y la vida acabaron
siendo miles de problemas para los asistentes al salón. Había gentes, muchas,
muchas personas en clases de desolación de cuatro a diez pidiendo otra danza
para otra vida; ellos acosaban y mandaban y suprimían y amenazaban con matar el
baile y nadie pudo enseñar sus pasos y sus movimientos; y nadie pudo avivar su
melodía de vida y sus sueño de bienestar y capacidad para participar en la
canción que iniciaba la alegría del baile de sus vidas.
Ramón Llanes.
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