PÁGINAS DE CINE
Un público proclive, como la vecina que saca su perro, la universitaria que estudia por la noche, el banquero que olvida los intereses, la novia de su novio, el dentista de mi abuela, el aprendiz de actor, el mecánico de la grúa o incluso el preso, un público así ha copiado el arte en sus retinas antes de confundir al enemigo con el espía. Para más, hasta los cobradores de por la mañana que prometían limpiar la acera de morosos, se vieron reflejados en la historia de amor de alguna de estas tardes-noches de cine entero que se trajo a la orilla con señas y guiños del mismo lenguaje que hablamos por aquí.
El cine que ha puesto la nota ritual a noviembre, desde la calle a la cocina, el trébol de los sueños que se viven a gusto sin ser reconocidos porque nunca la pantalla es un espejo visible; el eco de una palabra que igual se pronuncia en la película que en la butaca; o la oportunidad perdida para quienes no compraron la entrada a esta vida excitante que se fragua en planos e inventa un fotograma íntimo aplicable a la ausencia. De todo trae, riquezas, bondades, avaricias, de todo lo vivido.
Las páginas de este cine prometieron antaño una rebeldía conseguida que aún los tiempos conservan, eso colabora a encumbrar los proyectos. No fue necesario medir la importancia, el cine le pudo al sosiego de noviembre, en mérito a quienes lo hicieron.
Ramón Llanes
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