HISTORIAS DE OTROS
Si cae la tarde se muestra un ocaso que
aparece de una genialidad. Nosotros estuvimos presentes en el último milagro de
los colores pero fuimos a repetir los lugares en un semicírculo de ironía, la
luz no se apaga, se enciende otra. El general ascendió desde la reserva, se le
agrandó el sueldo, le llegaron más medallas, limpió los sables, había quedado
un hueco vacío en aquel ocaso de jerarquías y le tocó permitirse doblemente una
misión a continuar acariciándose el bigote con más galones; un experimento no
guerrero pero sublime para él, acostumbrado a tanta pérdida de tiempo y ninguna
actividad.
Con cierta sutilidad, indeciso y
ambicioso, acabó su discurso en el ateneo, proponiendo a los asistentes,
-próceres de adicción- remediar la mendicidad con tapones de papel que
ocultaran para el gremio de turistas las caras y harapos de cuantos ensucian el
paisaje por su cualidad como ciudadanos de menos diez que convierten en vida
cualquier alcantarilla y molestan el tránsito habitual. Aplaudieron y nadie
culpó de ello al tal imbécil, culparon a la palabra. También fue un aparente
ocaso, se habló de aquello que alentó la fusta del tiempo.
Dónde estarán ahora los miembros de la
Asociación del Crepúsculo Roto, que, como excelentes católicos apostólicos,
pulsan cada mañana el botón del “quitar” y denuncian a los bichos vivientes que
operan en la versatilidad de sobrevivir a base de desvivirse en cada rato de
hambre. El flujo del recorte ha dejado de ser una metáfora y ahora la metáfora
es excepción. Estos caníbales del Crepúsculo Roto se alimentan de desgracias
ajenas y visten con la piel de los muertos. Otro milagro generado por el ocaso
de los derechos, como bien jurídico próximo a extinguir. “Era imprescindible
hacerlo, nos estaban desacreditando”, dijo el jefe.
Yo no he venido a maldecir, mi ocaso me
requiere lírica constante; en mi atardecer de cada día tampoco hago
pronósticos, vivo en esta comunidad que se amedrenta y subsiste y va a
continuar gozando de los ocasos y buscándolos a cualquier precio, a pesar de la
niebla.
Ramón Llanes.
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