INVENTARIO
El gusto por el orden lleva a un recuento habitual por el cuarto de consignas, un repaso a lo guardado, a lo banal o a lo perdido, una ligera curva después de tanta recta, quizá para encontrar algo o no extraviar del todo lo menos usado. El inventario de las cosas precede con frecuencia a una sorpresa y la sorpresa es un encanto que genera un halo espontáneo de alegría. Poca mengua de agrado pone tal acción en nuestro más íntimo entorno.
Luego de curiosear las líneas alargadas de las manos y comprobar el trazado actual del horizonte, el sentido egregio que cada hombre transporta exige una evolución positiva del quehacer y para tal tarea ha creado el subconsciente este medio actuarial llamado inventario, al que cualquier carácter puede apuntarse sin cuota módica ni insolación, solo bastando una afirmación tácita que desemboque en la acera de la curiosidad un poco y en la del restablecimiento de los poderes patrimoniales otro poco.
El dogal de la decadencia o aquel de la desidia ponen patas arriba el suelo del espíritu y al entrar, -después de tanto descuido-, se encuentran mecedoras en la cocina, hojas en el aire, miedo en la alcoba y tristeza en la puerta. De ahí su conveniencia.
Ramón Llanes.
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