IMPOTENCIA.
Nuestras vidas están colapsadas de
momentos de impotencia. La sentimos cuando necesitamos la lluvia y no se deja
caer, cuando pedimos una cita médica que nos atrasan, cuando llevamos prisa y
nos toca un atasco de tráfico, cuando alguien cercano contrae una enfermedad y
no encontramos la respuesta de la curación, cuando nos ahogamos en un asunto
económico que no tiene perspectivas de solucionarse, cuando se nos caen encima
todos los mundos por la pérdida de un ser querido.
Nos sentimos impotentes, pequeños,
inútiles. Nos arrepentimos de no haber aprendido a ser más sabios, nos
castigamos por esa impotencia, y quisiéramos ser dioses esporádicos para
diseñar un milagro en cada instante.
Nunca, en tales circunstancias, caemos
en la cuenta de nuestra condición natural, de nuestras limitaciones y de nuestra escasa posibilidad de recursos
extrasensoriales. Pero somos humanos que ya es bastante.
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