EFECTOS COLATERALES DE UN PASEO MAÑANERO
Supuse que me había sonado el despertador del alma y levanté raudo mis músculos quietos para acicalar mi estampa, escribir un poco y salir a la calle con una postura de adhesión promiscua para absorber sensualidades. Pisé los nuevos suelos, saludé a conocidos de cada día, llegué a la Palmera y comprobé el ritmo acelerado que los albañiles le están poniendo al tajo, casi que el final se vislumbra para los próximos dos o tres días y me alegró que la actividad tuviera su nota de premura. De pronto aparece ella, Pepa, tan exuberante, tan bien conjuntada en estética de cuerpo y espíritu, hablamos de versos, de días, de ocupaciones, de nosotros, y continuamos cada cual por su lado con una sonrisa más; nos paramos, -Gregorio y yo- hacemos de la acera un foro de diálogo, nos contamos los sueños y nos sabemos un poco más queridos; en el lugar de a diario desayunamos lo de siempre, con mi amigo Pepe y con los compañeros que frecuentan aquella liturgia, volvemos a la calle a seguir viviendo y luego de un abrazo cálido de la nieta cercana vuelvo al hogar enriquecido por las sensualidades cazadas en la intemperie durante la mañana de un cualquier miércoles del tiempo, con todo esto de más y con un cupón para la noche elegido por mi amigo Antonio que sabe tratarme con el agrado que a estas cosas le ponen los seres especiales. No importará que el resto de la jornada ofrezca poco.
Ramón Llanes. 29.3.2023.
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