EL ABUELO. Panza de siesta agolpa en tela de andar, hasta cansino el pensamiento con arnés de cura. Visita el otoño como su casa y raciona abrigos para las suculencias de fríos, pronostica, vence de malhumor el arrastre de la pocilga y platica consigo mismo para turbarse de pudor. Niño-hombre, huesudo con barba senil y pecas de siempre, sobrado en tiempos, es de poca cosa acá, bálsamo y sedal. Huele con el tacto, mira, adivina el afecto, retiene de la memoria, honores del amor. Ayer cumplió todos los años de su vida, el abuelo, se merecía dormir con luna llena, ayer, como lo hizo. R. Llanes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario