TÚ MANDAS
Vivimos en el imperio del medicamento y no es posible subsistir en su olvido; el uso medicinal en el alto grado de ahora sugiere estadísticamente que pertenecemos a una sociedad enferma donde sus miembros no gozan de una salud física en suficiencia y tal dependencia provoca hilaridad de los afectados y poder y confort de los fundamentos químicos que nos curan y nos mantienen vivos que al fin y al cabo es la más noble aspiración humana.
“Tú mandas, haz de mi lo que quieras pero al menos déjame como estaba”, podría ser el slogan trivial de los aferrados al prospecto, mendigando todos los días una mejora en la migraña, en la artrosis o en los múltiples síndromes que atentan contra una bien mermada integridad. Fuera de los ámbitos profesionales de la medicina se debate poco sobre la importancia del dolor, de los aspectos que podrían ayudar a prevenirlo y de los métodos imprescindibles que deberíamos utilizar para cuidar la máquina del cuerpo y de camino la entelequia del alma. Y sin embargo decía mi abuela: “la mejor medicina es la que no se toma”.
Ramón Llanes.
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