VIEJA MELODÍA DE LA AUSENCIA
Será que cuando preparamos el alma para el arrisco se nos
vienen al frente de la sentimentalidad todos los recuerdos que ennoblecieron
nuestra historia. Y también ahora que es tiempo nuestro de veleidad y las luces
se hacen más luminosas en la acera que ocupamos, cuando prestamos atención
onírica a quienes no están en nuestra piel cercana aunque dominen aún todas las
moléculas activas del afecto.
Y hacer memoria de ellos consolida nuestra vigencia
amorosa por ellos, nos produce un efluvio químico apacible y nos custodia la
honradez y la gratitud. Dónde estarán, por qué se fueron, quién tiene poder
para desgarrarnos de tal manera, por qué existirá la muerte. El dolor circunda
de nuevo la mente pero consigue mantener un contacto ilimitado con quienes nos
agrandaron la vida y nos crecieron las ilusiones, la amistad, la paternidad o
la alegría. En fechas de traídas y llevadas más se enjugan las lágrimas y más
se abren los poros de la devoción hacia ellos.
Son muchos los seres cercanos que han cubierto un ciclo
vital en este mar de tormentas y calmas, son muchos, demasiados, quienes han
perdido la última palabra que estaba dedicada a una adoración religiosa, son
quienes ahora forman como los más grandes el prestigio de la historia. No seremos capaces de ponerlos en la lista del recuerdo pero sí somos
libres de inscribirlos otra vez en el cuaderno del espíritu donde siempre
estarán. Hará falta poco para entender que con la traída de los nuestros a las
voces de la plaza y al camino les confiamos la mucha dignidad que nos queda
para seguir cumpliendo el mensaje y volviendo a pisar las mismas huellas que
ellos dejaron marcadas en la genética de nuestra amada tierra.
Ramón Llanes
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